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Discurso sobre los ismos y el principio del compartir

STWR
12 August 2014

¿Cómo podemos generar conciencia de que el compartir es la solución a una crisis planetaria, y la última esperanza que nos queda para rehabilitar un mundo dividido? Es central a esta pregunta el problema de los “ismos”, en los cuales nuestra complacencia se ha intelectualizado a fin de justificar su existencia como normal.


Los problemas de la humanidad han alcanzado tal ápice que es ahora crucial que los gobiernos implementen el principio del compartir dentro y entre cada uno de los países. Es crucial por varios motivos: primero, para liberar la alegría y la creatividad que son inherentes a cada ser humano pero ampliamente suprimidas a través de las penurias económicas y el colapso social, con niveles de depresión alcanzando ya proporciones epidémicas en todo el mundo. Segundo, es crucial en un sentido literal para millones de hombres, mujeres y niños que viven sin medios adecuados para sobrevivir, y que con cada día que pasa están muriendo innecesariamente de pobreza y enfermedades. Asimismo, es vital que integremos el principio del compartir en políticas intergubernamentales si hemos de tener alguna chance de evitar la catástrofe ambiental, ya que el tiempo necesario para transformar nuestras sociedades se está agotando rápidamente. El mundo mismo está enfermo y en un estado de emergencia, ya que sólo el compartir puede proveer la curación y el remedio necesarios. Pero con todos estos motivos nos quedamos en un dilema, porque el factor crucial perdido es una comprensión colectiva de que el compartir es verdaderamente la solución a nuestros problemas, y la última esperanza que nos queda. Sin una conciencia pública omniabarcante de que el compartir es el único camino de salida, es imposible que este desatendido principio pueda ser implementado en los asuntos globales.

De este modo surge la pregunta; ¿cómo puede ser generado este apercibimiento? ¿Qué llevará a una enorme cantidad de gente ordinaria a reconocer la urgencia de la situación mundial, y a darse cuenta de que todos compartimos la misma responsabilidad para volvernos socialmente comprometidos y unificarnos como uno? Esta una pregunta muy difícil de responder dada la complacencia que es endémica en la sociedad moderna, y el libre albedrío de la humanidad que significa que nadie puede predecir cómo se desenvolverán los eventos futuros. Como ha sido razonado en nuestra indagación previa, el mayor peligro en el mundo hoy no es la comercialización per se sino nuestra constante identificación con su manifestación interna y externa, en la cual nuestra inteligencia es llevada en sentido opuesto a su evolución natural y espiritual. Es ahí cuando nuestra complacencia e indiferencia modelan nuestras personalidades a un fenómeno vulgar en medio de los muy pobres y hambrientos; de hecho nuestras personalidades díscolas se han vuelto una carga para la Madre Naturaleza, e incluso una carga para el alma humana. Desde una distancia, la humanidad debe lucir como un rebaño que está pastando en la complacencia y la indiferencia, mientras las benignas fuerzas de la evolución adoptan silenciosamente su curso natural dentro de las leyes inmutables de todos los reinos de la naturaleza, dejando al libre albedrío humano determinar su propio destino. De ahí el dolor de cada vida humana, la ineludible tristeza, y el lento progreso a través del tiempo y espacio en este infortunado planeta en que vivimos.

Ya hemos investigado la maligna astucia y sutileza de la comercialización, así como su naturaleza engañadora y elusiva que está íntimamente relacionada con nuestra complacencia, tanto individual como colectivamente. Podríamos incluso decir que la comercialización se ha casado con nuestra complacencia, en un sentido figurativo y por ciertas misteriosas razones, que finalmente hacen que permanezcamos indiferentes cuando oímos que en países distantes la gente está muriendo como resultado de la pobreza. Por lo tanto, tan central a nuestra indagación como por qué el principio del compartir es tan pasado por alto en nuestras sociedades es comprender la relación que existe entre apercibimiento y complacencia, que podría tener un efecto poderoso y liberador en nuestra conciencia. Aún tenemos que examinar por completo cómo nuestra complacencia se ha intelectualizado a fin de justificar su existencia como normal, lo que sólo puede ser logrado a través de creencias, ideologías e ismos en todas sus formas.

Una historia de ismos

Si observamos el movimiento de la mente bien de cerca, podemos percibir cómo los muchos ismos que caracterizan a cada sociedad tienen un gran rol que jugar en condicionar a la gente ordinaria, lo cual a su vez nos ha llevado a sentirnos confundidos, temerosos y complacientes. La mayoría de las personas son esencialmente benevolentes y atentas, pero a lo largo de la historia humana hemos sido constantemente engañados mediante nuestra involuntaria identificación con creencias e ideologías, y como resultado todos somos adumbrados por la confusión y el miedo hasta el punto en que al alma le es negado poder cumplimentar su propósito durante nuestra vida. En términos simples y psicológicos, un ismo puede ser descripto como una forma mental que divide y nos desvía desde adentro y desde afuera, y crea eficazmente una densa niebla o “glamour” dentro de nuestra mente que le obstruye a la compasión el revivir al corazón con su sabiduría.

Los ismos de todas las clases pueden tener un efecto profundamente perjudicial sobre nuestras personalidades a través de las constantes identificaciones ilusorias y erróneas con creencias, lo cual es finalmente transmutado en condicionamiento mental y ceguera espiritual a la verdadera realidad de la vida. Entonces limitamos la expansión de nuestro apercibimiento consciente, y a un nivel social frenamos a naciones enteras de evolucionar más rápido de acuerdo a sus respectivos destinos. La historia de la civilización humana es realmente, desde esta perspectiva interna, la historia de los ismos. Ésta es la embarazosa y angustiante verdad de nuestra existencia, porque nuestros miedos, confusión y complacencia resultantes son un peligroso estado del ser que ha permitido que las fuerzas materialistas sean creadas alrededor nuestro y hayan causado división y devastación por edades, al punto de nuestro presente caos planetario.

Usualmente pensamos a los ismos sólo en términos de grandes filosofías políticas, doctrinas religiosas o teorías o movimientos característicos como el socialismo, Islamismo, globalismo, existencialismo y demás, pero los ismos raramente son considerados como un factor psicológico en nuestra conciencia que pueda inhibir nuestra percepción de la verdad y la realidad, e incluso comprometer nuestras ética y moralidad básicas. Existen miríadas de maneras en que los ismos pueden ser expresados en cada esfera de vida, por lo que considerar un enfoque académico para entender su significación no nos ayudará, toda vez que lo académico también carga con responsabilidad de perpetuar los ismos que nos han atrapado a todos. Asimismo, pocos académicos consideran todavía el significado más profundo y las implicancias de los ismos desde el punto de vista de nuestro desarrollo psicológico o evolución espiritual. Al estado actual de progreso de la humanidad, vivimos y nos movemos dentro de un circo planetario de formas mentales polarizantes. Y así como la comercialización alimenta nuestro deseo de “lograrlo” y volverse un supuesto éxito en la sociedad moderna, los ismos en sus distintas formas también se alimentan de nuestro condicionamiento e identificación con creencias.

Un ismo no puede existir sin un proceso de identificación con y apego a creencias, pese a que ellas también juegan un rol potencialmente útil y sanador como parte de nuestro crecimiento hacia la cognición del yo, particularmente en términos de permitir a un niño desarrollarse dentro de sus creencias e ideaciones apenas formadas. Para dar una simple analogía, un ismo debería ser como los lanzadores espaciales que, al dejar la atmósfera de la Tierra, son luego descartados para permitir que los astronautas entren en órbita. Similarmente, un ismo puede ayudar a un niño a crecer y evolucionar si es guiado dentro de su conciencia por un mentor, quienes ya son conscientes de cómo abandonar el ismo al final.

El problema empieza cuando un instructor o progenitor está también condicionado y apegado a cualquier cantidad de ismos, y entonces conduce al niño a llevar a su vida adulta una pesada carga de confusas creencias e ideologías. Antes de mucho un ismo puede quedar suelto y descontrolado dentro del naciente pensamiento de esa persona, y ésta puede finalmente causar daño al imponer sus creencias a otras personas. Todo deriva de una mera creencia con la que crecemos, a la que nos volvemos apegados y con la que luego nos identificamos completamente, hasta que decimos “creo que soy esto”. Al extremo de que si alguien insulta mi ismo o mi “creencia en una creencia”, puedo ofenderme tanto que decida pelear contra él o incluso matarlo, como frecuentemente sucede en el contexto de los conflictos étnicos y religiosos. La mente se ha vuelto así una influencia tan dominante que el corazón es dejado esperando silenciosamente, impotente para superar el obstinado engaño que me he inculcado dentro de mí.

La distorsión de los ismos saludables

Un ismo en sus diversas expresiones puede por lo tanto ser entendido como un tipo de computadora biológica que está programada con creencias e ideologías e implantada dentro de la personalidad (vía la mente) a través de la identificación constante. La principal razón por la que nos identificamos con los ismos es para sentirnos a salvo y seguros en un mundo manejado por la desconfianza, el miedo y la incertidumbre. Todos anhelan seguridad tanto psicológica como física, y en particular los grandes ismos religiosos pueden darnos un necesario sentido de seguridad y pertenencia, junto a la ilusión de la continuidad y el orden. Hay también un elemento de protección en dar creencias religiosas o antiguas tradiciones a un niño.

Pero cuando una forma mental cristalizada es impuesta por la fuerza sobre una mente joven desde una edad temprana, entonces incluso un maestro con conciencia interior y desapego es incapaz de guiar al niño a poner esas creencias en su debido lugar, hasta que finalmente puedan ser abandonadas. Cualquiera sea el motivo de un mentor o progenitor, restringir el crecimiento de un niño hacia el apercibimiento consciente transmitiéndole un ismo nocivo a su mente es una grosera violación del libre albedrío humano. Compeler a un joven bajo nuestro cuidado a volverse un “buen cristiano” o un devoto seguidor del judaísmo o el Islam, por ejemplo, es cargar en la pobre mente del niño todos los siglos de dolor de esas religiones. Las intenciones pueden ser buenas, pero el resultado será el opuesto del pretendido si la necesidad de seguridad es distorsionada y no trascendida a través del conocimiento del Yo.

Es importante tener en cuenta que no estamos intentando entender las varias formas que toma un ismo, tales como las doctrinas del budismo o las visiones filosóficas que definen al liberalismo. Estamos más bien intentando aprehender los orígenes más profundos de este peculiar fenómeno psicológico, y percibir interiormente por nosotros mismos cómo la creación de ismos se ha vuelto tan omnipresente en la sociedad que puede finalmente dañarnos emocionalmente y frenar la evolución de nuestra conciencia. En cada familia, grupo o actividad humana hay ismos involucrados, algunos inofensivos y otros manipulados con finalidades de poder y control, especialmente en los campos de la educación, la religión y la política. Todo el mundo mira a la vida a través de un ismo de uno u otro tipo. Hablar de “formar carácter” es una forma de ismo, o decir “simplemente es así como soy” es la expresión neurótica de un ismo – aunque todo el que vive en una sociedad que está saturada con ismos inevitablemente es neurótico de un modo u otro.

Una familia misma puede ser un ismo, así como el anhelo de ser rico o famoso puede ser la expresión de un ismo extremadamente venal. Nuestra identidad misma es un ismo dentro de una sociedad que es bombardeada desde todas partes por erróneas actitudes hacia la vida, hasta que los ismos se quedan albergados en nuestras personalidades, en nuestras percepciones y en cómo nos vemos a nosotros mismos. Incluso cuando nuestra personalidad está identificada con creencias ilusorias vemos un ismo reflejado hacia nosotros en el espejo, lo que puede llevar a algunas personas a creer “soy el elegido”. La humanidad es literalmente una fábrica de ismos como resultado de una multitud de factores, incluyendo una actitud predominantemente emocional hacia la vida, un condicionamiento mental siempre presente y una falta de apercibimiento y conocimiento del Yo. La mente tiene una gran capacidad para condicionarse a sí misma creyendo en las creencias de otros, y es curioso observar cómo la personalidad frecuentemente induce el condicionamiento mental de manera voluntaria a fin de ser aceptada como parte de un grupo social. Sin excepción, el hecho de que los ismos impregnan todo a nuestro alrededor significa que nosotros mismos vivimos desde dentro de ellos. No es “pienso, luego existo”, como dijo el filósofo, sino más bien “creo, luego existo”.

En suma, los ismos están fundados esencialmente sobre nuestra necesidad de seguridad psicológica y sobre un sentido del significado, la certeza y el propósito, pero como resultado de nuestra vida en una sociedad que está impregnada de interminables ismos y creencias en conflicto, nuestra existencia se mantiene caracterizada por un sentido profundamente arraigado de futilidad, confusión y ansiedad. Podríamos incluso decir que nuestro ser real se ha moldeado en un ismo, y como consecuencia nuestro ser está infundido con el miedo. En una sociedad que está subyugada por innumerables ismos y creencias, es casi como si el pasatiempo favorito de la humanidad fuese ser ansioso y temeroso, aunque inconscientemente y a menudo sin debida razón.

Encarcelando al Yo

Deberíamos explorar por nosotros mismos las muchas y serias consecuencias que resultan de nuestra constante identificación con los ismos, lo cual es generalmente un proceso automático que tiene lugar por debajo de nuestro apercibimiento consciente. Significa que vivimos predominantemente desde dentro de nuestro condicionamiento mental y actuamos sobre esa base, aún si pensamos que nuestras acciones son libres y no están basadas en la conformidad o las creencias. Significa que no miramos a cómo son las cosas, sino sólo a cómo las cosas deberían ser. Una mente que está llena de ismos no puede observar la realidad de la vida, que incluye ser capaz de vivir en el momento, apreciar la belleza de la vida sin nombrarla, experienciar una quietud de pensamiento que no esté constantemente midiendo, comparando y proyectando imágenes.

Esta es la tribulación no expresada de vivir nuestras vidas desde el condicionamiento de los ismos: no me permite conocer quién soy verdaderamente, porque estoy siempre siguiendo lo que mi condicionamiento me dice que haga. Ni siquiera conozco qué significa “conocer quién soy”. Por tanto no estoy en contacto con mi verdadera naturaleza, y no puedo ver a ustedes como son, y no les permitiré que sean lo que realmente son. Significa que muchas personas hoy no tienen una conciencia de su Yo interior, y frecuentemente no queremos estar solos en la quietud de esa presencia, porque el “yo” está atrapado y encarcelado por la mente condicionada. Tan pronto como está activa la mente es capturada en un ciclo sin fin de ismos, lo que significa que el corazón es forzado a permanecer quieto hasta que la mente encuentre equilibrio y razón, y con optimismo empiece a pensar en términos de sentido común. Los ismos son ruidosos, perturbadores y divisivos, mientras que el corazón sólo puede revelar su presencia a través del apercibimiento y el silencio.

En términos personales los ismos de todo tipo pueden llevar a la negación de la inteligencia, la creatividad y el apercibimiento del Yo, y en términos sociales más amplios pueden impedir la promulgación de correcta educación y la expresión de la buena voluntad o las correctas relaciones humanas. Sin embargo, a lo largo de la historia humana los que han causado el mayor daño y división dentro de nuestras sociedades han sido los ismos dominantes. Al tiempo que desde una perspectiva histórica entendemos esto claramente con relación a las grandes ideologías políticas y religiosas, es mucho más sutil percibir cómo psicológicamente es un acto de violencia hacia el Yo definirnos por etiquetas tales como comunista o socialista, de izquierda o libertario, anarquista o neoconservador, o bien como cristiano, judío, musulmán, hindú, teósofo o demás. Las enseñanzas y creencias de las varias ideologías y doctrinas no tienen la culpa, y pueden servir como valiosas guías que pueden ayudar a enfocar nuestras mentes hacia arriba a una comprensión y propósitos superiores. Pero esas guías se vuelven peligrosamente divisivas cuando la humanidad se identifica con tales sistemas de creencias en su totalidad, y así los torna un ismo que se opone a otro ismo.

La creencia misma no es peligrosa, sino sólo la creencia en una creencia que está sustentada por la errónea identificación. Incluso llamarse a uno mismo ateo es un acto violento y divisivo, porque el ateo no puede existir sin un conjunto de creencias en Dios, y donde existe división hay también violencia – de naturaleza intelectual o psicológica si no es física. E incluso peor, estamos divididos en el nombre de un Dios que está meramente definido por nuestra miríada de creencias. Lo que nos puede llevar a reflexionar sobre la siguiente pregunta: las guerras antiguas y del pasado estaban realmente basadas en la religión, o fueron el resultado de nuestra errónea identificación con creencias en pugna. Desde una perspectiva mundana esto es lo que llamamos historia humana, pero desde un punto de vista esotérico o espiritual puede ser percibido como un drama humano de lo más vanaglorioso, de ahí la persistente necesidad de un Shakespeare poara la memoria de los hombres. En medio de todos estos conflictos y tragedia innecesarios, el Yo es siempre mantenido rehén por ismos impenetrables mientras observa a nuestras erráticas personalidades vida tras vida.

Una guerra de creencias

Una investigación interior de este añejo problema puede ayudarnos a apreciar por qué el principio del compartir no tiene atractivo o profundidad para la mayoría de la gente en la actualidad, en la que a cada rato nos quedamos trabados en un torbellino de ismos y creencias en conflicto. No importa qué dirección tomen en el campo de la política, por ejemplo, inmediatamente les será conferido un ismo por una facción u otra. Si son un político que intenta generar una distribución de recursos más justa, pronto serán llamados socialistas. Si intentan promover la educación y cuidados de salud gratuitos para todos, posiblemente sean llamados comunistas. Si permanecen en el medio e intentan agradar a una mayoría de votantes, otros los llamarán un sucio capitalista. Al punto de que la humanidad se agota a través de tantas discusión y disputa sin sentido, y  actúa en su conjunto como un aula de niños de escuela fastidiosos.

Empero, no son los políticos los responsables de toda nuestra lucha contra el sentido común y la razón, porque nosotros mismos frenamos nuestro progreso social al identificarnos constantemente con el movimiento de los ismos políticos. Hemos considerado previamente cómo la comercialización nos ofrece felicidad a fin de ganar nuestra complicidad en perpetuar el sistema, y de un modo similar el teatro de los políticos coopta nuestra lealtad ofreciéndonos algo de dignidad y esperanza. Es muy dignificante para nosotros identificarnos con las creencias de un partido político, y en seguir cualquier revolución social o partisana hay un sentido de dignidad entre aquellos que dicen “somos el pueblo” o “sabemos lo que está bien”, pero es una falsa dignidad que mantenemos cuando nuestra ideología está basada en la oposición y el conflicto. Una ideología que se opone a otra terminará perdiéndose en una pelea de ismos y creencias, en la cual la humanidad misma se vuelve el enemigo.

Éste fue ciertamente el caso de los principios subyacentes al comunismo, que no sólo fueron manipulados como una herramienta para infringir el libre albedrío de poblaciones enteras, sino que fueron también movilizados en oposición a otra serie de principios – lo cual desde el inicio predestinó la caída de la Unión Soviética. De hecho los verdaderos principios del comunismo nunca han sido manifestados, y han siempre únicamente vibrado dentro de la sociedad. El capitalismo es ahora un muchacho solitario que al final ganó la guerra de los ismos, lo cual es mayormente porque el infringimiento del libre albedrío en las sociedades capitalistas es mucho más encubierto y al margen. Es un ismo muy sofisticado en el que no hay club particular para aquellos que se definen como “capitalistas”, y ha logrado ocultarse de modo artero detrás de la antorcha de la libertad o la idea de la libertad individual. De todas maneras, siempre causará estrés dentro de la sociedad mientras pensemos en términos de capitalismo o socialismo, izquierda o derecha, y la existencia misma de estos términos traerá inevitablemente división y el consecuente sufrimiento.

Tanto desde una perspectiva psicológica como espiritual, el momento en que uno dice “soy socialista” o “soy anticapitalista” es el comienzo de la guerra. Es el comienzo del conflicto entre tú y yo, de turbulencia interna y división psicológica, cuando no una guerra de lucha real. Llamarlos socialistas, o incluso pensar que están opuestos a un ismo como el capitalismo, es la esencia del conflicto en el que se separan esencialmente de la unidad espiritual de la humanidad. En realidad es un absurdo para un un ismo decir “sabemos qué es lo mejor para todos”, sólo para que un ismo en oposición conteste “tenemos una mejor idea de cómo organizar la sociedad”. Así, todos los ismos políticos han tratado de ganar y sin embargo han inevitablemente fallado, porque no puede haber jamás paz o progreso social real mientras intentemos cambiar el mundo sobre la base del conflicto a través de los ismos. Incluso si el Cristo mismo apareciera de repente y declarara que el único futuro para la humanidad es el comunismo libertario o el anarcosindicalismo, es imposible que eso pueda funcionar para los mejores intereses de todos.

Democracia y complacencia

Una vez que la personalidad se identifica con ellos, los ismos políticos son también de lo más peculiares en su mecanismo, porque después de un largo período de existencia se vuelven acrecentadamente sutiles y elusivos en su expresión. Observando cuidadosamente el conflicto interno que deriva de nuestra constante identificación con creencias e ideologías políticas, podemos también comenzar a percibir la relación psicológica que existe entre tales ismos y nuestra complacencia. El acto de votar dentro de una sociedad que está hendida por ismos polarizantes es frecuentemente, en verdad, una expresión suprema de nuestra complacencia.

Por analogía, cuando está en curso una campaña electoral y los políticos están en las calles captando votos, el político puede ser asimilado a un auto que no funcionará sin combustible – el combustible en este caso representa nuestra complacencia, que expresamos a través de los votos. Porque luego de la elección, cuando el auto choca o se avería por completo, culpamos al político por engañarnos con sus promesas – pese al hecho de que este desastre no habría sucedido sin nuestro “combustible”. Creímos que el político era un buen auto, por lo tanto “creímos en una creencia” y dimos al político carte blanche para hacer lo que quisiera con el vehículo. Entonces lo que la mayoría de nosotros hace cuando todo va mal es nada más que buscar otro auto o “ismo” en donde poner nuestro combustible, en lugar de comprometerse con la sociedad de un modo creativo para jugar nuestro rol en tratar de curar nuestro mundo dividido.

De este modo, el acto de votar ejemplifica el vínculo evasivo entre los ismos y nuestra complacencia: creo en una creencia que es propagada por mi partido político, y al momento en que mi partido me falla, automáticamente busco otra creencia en la cual creer. Al hacer eso abdico mi responsabilidad por todos los problemas dentro de la sociedad, y psicológicamente me divido de ti y de todo otro que no piense de la misma manera que yo. Este sentido de separación psicológica finalmente se moldea como una forma de complacencia que obstaculiza la expresión de mi creatividad, singularidad y potencial espiritual más intimo. Incluso si me vuelvo un tanto consciente y dejo de añadir energía al dominio de la política partidaria, como millones de otras personas hoy y durante generaciones previas, todavía estoy atrapado dentro de mi complacencia y puesto a la deriva en una conmoción de propaganda y electoralismo sin fin. Mientras tanto, los ricos y los poderosos continúan haciendo dinero a mis espaldas y beneficiándose de la miseria y la destrucción del mundo, mientras que el resto de la sociedad lucha dentro de los ismos políticos o sino permanece indiferente y apática.

Esto no es negar el muy importante rol que las elecciones libres y el proceso democrático han jugado en el desarrollo de la humanidad, pero hemos llegado a una época en que la selección pasiva de candidatos para el servicio público está lejos de lo suficiente para salvaguardar el futuro de nuestro mundo. Si podemos prever una era económica más iluminada que es predicada en el compartir cooperativo de recursos, entonces de qué serviría tener masivas campañas políticas – al costo de miles de millones de dólares – para promover un candidato socialista o capitalista con un conjunto conflictivo de prioridades de política? Un mundo unido que comparte su riqueza y poder entre todos requerirá un nuevo tipo de político en el gobierno que sirva a la humanidad como un todo, y no esté en deuda con las actuales leyes de la sociedad basadas en los intereses de unos pocos privilegiados, con inmenso poder de lobby oculto detrás de escena. Mientras demos energía y autoridad a los líderes políticos partisanos de hoy, la humanidad continuará pareciendo desde lejos un rebaño que está pastando en la complacencia y la indiferencia. La verdadera expresión de la democracia no ha existido nunca en ningún país, y nunca será revelada hasta que nuestros líderes políticos sean educados en las Leyes de la Vida mediante el conocimiento del Yo. Es imposible saber siquiera qué significa la democracia mientras nuestras mentes estén condicionadas por el miedo y la inseguridad, y mientras no haya confianza o igualdad dentro de nuestras sociedades. ¿Qué clase de democracia puede producir una sociedad así?

La globalización de nuestra indiferencia

En última instancia son los interminables conflictos causados por el comunismo, el socialismo, el capitalismo, y todo el lío religioso que los rodea los que han creado la pobreza tanto física como espiritual, así como el daño colateral que conocemos como hambre. Esto es obvio para percibir dentro de una sociedad contemporánea que está siendo desgarrada por una guerra de ismos, como en muchos países de Medio Oriente y África que dominan los titulares de los periódicos. No importa quién es el que perpetra la destrucción militar: Al Shabab o la milicía shiíta, la OTAN o la CIA – siempre son los pobres y hambrientos los que representan las bajas inadvertidas o incidentales. Lo que somos más reacios a reconocer, sin embargo, es la parte que también nosotros tenemos en crear este daño colateral a través de nuestra complacencia pública combinada. Culpamos a nuestros gobiernos por ponerse del lado de intereses creados y verter miles de millones de dólares en la maquinaria de la guerra, pero el gobierno puede hacer eso, tiene el derecho de hacer eso, y continuará haciendo eso porque yo cierro mi boca y miro para otro lado. ¿Y por qué mantengo mi boca cerrada? Porque estoy preocupado por mis conflictos personales dentro de la sociedad, mientras los ismos se apodera crecientemente de mí – casi como un ladrón que distrae mi atención para poder hurtar mi billetera de mi bolsillo, con la billetera representando en este caso mi sentido común, buena voluntad y razón. Finalmente me vuelvo condicionado de una manera tal que mi relación con la realidad de la vida está desventuradamente fragmentada y desencaminada, porque mi percepción está tan nublada por los ismos que no puedo ver la realidad como es, o siquiera tener una respuesta moral o ética frente al sufrimiento humano que está a mi alrededor.

De nuevo, esto es obvio de percibir en muchos fundamentalistas políticos o religiosos, pero nosotros somos menos proclives a reconocer cómo los ismos más sutiles han intelectualizado nuestra complacencia a fin de hacer que nuestras ilusiones luzcan reales y civilizadas. En muchos grupos espirituales, por ejemplo, es común debatir sobre los millones de personas que están muriendo de hambre y luego racionalizarlo como su “karma”, que inconscientemente dispensa nuestra falta de interés y descarta nuestra complicidad colectiva. ¿Qué es el mal, después de todo, sin nuestra identificación libremente elegida con su manifestación? El karma es, en realidad, una expresión dinámica de amor y libertad, y por definición da a cada persona el derecho a vivir, aprender y crecer. Este hecho básico ilustra crudamente cómo nuestras personalidades han sido formadas en un fenómeno vulgar a través de la complacencia y la indiferencia, cuando más bien preferimos intelectualizar la innecesaria muerte por inanición de nuestros hermanos y hermanas incluso culpando a sus almas. Las personas a quienes les gusta tornar las ideas en ismos son responsables de ver a la humanidad misma como una idea, pero el niño que está muriendo de hambre no es sujeto de un estudio académico llamado hambre-ismo.

La verdad, si podemos afrontarla, es que permitir que una persona muera de hambre en un mundo de abundancia es el mayor pecado que existe, y es un pecado que todos cometemos a una escala mundial a través de nuestra complacencia. Si aceptan que cada ser viviente es parte de Dios, y Dios es la Vida evolucionante, entonces negar a una persona el satisfacer sus necesidades básicas es negarle el derecho no sólo a sobrevivir, sino a evolucionar libremente. La libertad de un alma para evolucionar en la Tierra y expresarse a través de una personalidad es la base de la moral, la base de la responsabilidad, la base de todo lo que es. El resultado final de nuestra identificación con los ismos es por lo tanto trágico para contemplar: hemos en efecto globalizado nuestra complacencia e indiferencia; hemos frenado la expansión de la conciencia humana; hemos permitido que la historia se repitiese una y otra vez, mientras que la inteligencia del hombre ha tomado un giro de las fuerzas de evolución incorrecto y potencialmente desastroso.

Una conversación imposible

¿Cómo podemos entonces generar conciencia de que el compartir es la solución a los problemas de la humanidad, y la última esperanza que nos queda para rehabilitar un mundo dividido? Incluso tener esta conversación nos requiere ser abiertos de mente y conscientes, de otro modo no hay humanidad dentro de nuestro pensamiento sino sólo ideología. Por un lado estamos condicionados por las fuerzas del mercado que han penetrado cada aspecto de nuestras vidas, al punto de que muchos de nosotros ahora igualamos a la ganancia con el bien común. Y por otro lado, estamos condicionados por las fuerzas de la política que nos llevan a igualar el compartir con la ideología del socialismo o el comunismo, hasta que la idea de compartir recursos entre las naciones es considerada “utopismo” o completo sinsentido. ¿Podemos percibir la enormidad del problema cuando nosotros mismos nos identificamos con cualquier cantidad de ismos y creencias – tantos que, si pudiéramos observarnos imparcialmente, nos sorprenderíamos e incluso asustaríamos? Nuestra percepción está tan nublada y fragmentada por ismos que apenas sabemos lo que significa tener una respuesta honesta y sincera a la vida, o apreciar la libertad de estar desapegado y apercibido interiormente.

Entonces, ¿cómo podemos dejar nuestra casa y generar nuestra pretendida revolución cuando vivimos en una sociedad que está basada en ismos, cuando no somos educados para servir o amar a la humanidad, y cuando no somos animados a cuidar uno del otro como cuidamos de nosotros mismos? ¿Voy a ayudarte porque soy socialista o cristiano, o porque eres mi hermano y necesitas mi ayuda, porque necesitas desesperadamente algo de comida y refugio? Si supiera lo que en realidad significa la justicia sin distorsión alguna de ismos y creencias, ¿gritaría en las calles por “mis derechos” y justicia para mí – o demandaría justicia por los pobres y hambrientos moribundos del mundo?

De forma más bien incongruente, se debe también a la masiva complacencia pública que algunos ismos son forzados a venir a la existencia, tales como los ambientalistas que luchan por los derechos de la naturaleza y las generaciones futuras. Si toda la humanidad se estuviera moviendo en sintonía con la necesidad de salvar nuestro planeta, no habría algo así como el ambientalismo, habría sólo la voz unida del pueblo que abrace un modo de vida más simple y sostenible. Similarmente, si cada uno estuviera activo en transformar nuestro mundo para mejor no existiría un concepto de “activismo” y ni diferencia entre el activista y el resto de la sociedad; sólo existiría la humanidad una en la que cada uno vive al servicio del bien común de todos.

Necesitamos urgentemente un nuevo tipo de educación que nos pueda ayudar a inculcar conciencia y conocimiento del  Yo, que es un emprendimiento prodigioso en un mundo que no está asentado en una comprensión espiritual de la vida. Hablar de correcta educación es imposible sin considerar el problema de los ismos, del condicionamiento mental, de la errónea identificación con las creencias, y de la necesidad de inofensividad, equilibrio interno y libertad. La educación, en el sentido más verdadero, es un diccionario de las Leyes de la Vida que debería preparar a cada persona a evolucionar dentro de su propia singularidad y creatividad, y de ese modo permitirles expresar la belleza de ser lo que verdaderamente son. La comercialización ha hecho un buen trabajo intentando eliminar la correcta educación en todos los modos, porque sabe que el conocimiento del Yo representa un muro de ladrillos que le es imposible de atravesar. Ni siquiera el amor, sino simplemente el conocimiento del Yo sería suficiente para desafiar los fundamentos estructurales de nuestro mundo desigual. Es el conocimiento del Yo es el que, solo, lleva a la contemplación, el desapego y la superación del miedo y la inseguridad psicológica.

Pero ésta es una tarea tan monumental en un mundo que está anulado por los ismos y las divisiones sociales que no tenemos tiempo de reformar nuestros sistemas educativos y enseñar a los jóvenes en las líneas correctas, al menos antes de que la destrucción de nuestro planeta se vuelva irreversible. De ahí que la correcta educación en el contexto de una sociedad enferma y combustible significa simplemente salir de nuestra complacencia y ser conscientes. En muchos aspectos no somos culpables, todos hemos nacido en una cultura que es espiritualmente ciega y está infortunadamente desencaminada, pero experienciar el apercibimiento del Yo es suficiente para cambiar nuestra conciencia y liberarnos del condicionamiento de la mente. Percibir la realidad de nuestra verdadera naturaleza espiritual por siquiera un momento es tan poderoso que su efecto siempre permanecerá con nosotros, nunca será perdido y nunca terminará. Hemos razonado previamente que el ateo no puede existir sin una creencia en rechazo a Dios, pero incluso la creencia en Dios tiene que finalmente ser dejada ir, para ser reemplazada con el conocimiento del Yo y el apercibimiento de la Vida Una que es eterna y omnipresente.

Nuestra única esperanza de escape

A largo plazo, no hay escape del problema de los ismos hasta que la educación de la humanidad esté fundamentalmente desarrollada a lo largo de líneas más espirituales (no religiosas), en donde cada persona esté equipada con la enseñanza básica y la guía interna necesaria para practicar el arte de vivir. Al mismo tiempo, sin embargo, todo el edificio de nuestra economía debe ser transformado estructuralmente a fin de asegurar que a cada hombre, mujer y niño le sea garantizado el acceso a sus necesidades básicas para sostener la vida. Cuando haya una base material para la confianza y la seguridad al lado de una enseñanza universal en las Leyes de la Vida, no habrá más necesidad de que la gente se identifique con y multiplique los muchos ismos en todas sus formas. Esto puede sugerir que la humanidad necesita mucho más tiempo para elevarse sobre la ciénaga de ideologías y creencias en conflicto, considerando la transformación sin precedentes de la sociedad que es necesaria para reformar todas las leyes y estructuras que mantienen un orden económico injusto. El tiempo es claramente necesario, pero por desgracia dentro de ese tiempo todos estamos involucrados en perpetuar un crimen contra la humanidad – una tragedia continua en la que miles de personas están muriendo cada día de enfermedades y pobreza prevenibles.

Aquí yace el terrible dilema: no podemos culpar a nuestros gobiernos por los problemas de la humanidad cuando nosotros mismos no somos conscientes de la urgencia de la situación mundial, y continuamos permaneciendo complacientes e indiferentes. El gobierno puede sostener una creencia divisiva, pero nosotros somos más culpables por nuestra “creencia en una creencia” que nos lleva a permanecer pasivos frente al atroz sufrimiento humano. E incluso si nosotros mismos estamos sufriendo por las políticas de nuestros gobiernos, nuestra complacencia es tal que puede no haber cambio dentro de nuestra conciencia si nuestra situación financiera regresa de nuevo a la normalidad. Se requiere por lo tanto tiempo para que la humanidad crezca en apercibimiento del Yo, pero por desgracia durante ese tiempo están siendo perpetrados crímenes atroces contra la humanidad y la Tierra por la cual todos somos colectivamente responsables.

La única esperanza que tenemos de implementar el principio del compartir en los asuntos mundiales es que la gente ordinaria centre su apercibimiento en el corazón. Es la mente la que nos orienta mal bloqueando los atributos del corazón a través de ismos y condicionamientos, pero nuestro corazón siempre está esperando por su momento para comunicarse con nosotros. El corazón no puede comunicarse con nuestras mentes; sólo puede comunicarse de corazón a corazón. Y como las mentes de la humanidad se han vuelto tan dominantes, constantemente intentando hacerse cargo nuestro, el corazón es dejado impotentemente silenciado hasta que la mente encuentre equilibrio y razón, como ya hemos visto arriba. En este punto el corazón es activado y habla no verbalmente sino a través de la expresión de sus atributos que, como cualquiera sabe, son definidos por cualidades como la generosidad, el compartir, la benevolencia y, por supuesto, el amor.

El corazón no piensa o calcula como la mente con sus intenciones manipulativas, pese a que tiene una sabiduría que es incomparable al mero intelecto de cualquier grado. No existe incluso algo así como un corazón “puro”, pese a las apariencias externas cuando encontramos a alguien cuya actitud no está indebidamente contaminada o condicionada; existe sólo el corazón uno per se con sus atributos intrínsecos. O nos dedicamos al corazón, o es silenciado. Así como un bebé recién nacido es sólo un bebé, y no puede ser considerado “malo” o “frío”, el corazón es siempre sólo un corazón. Sin duda que si le decimos al hombre de negocios exitoso “simplemente usa tu corazón” nos rechazará por naif o simplones, pero incluso él se dirige a sus atributos cuando se enamora, y acaso comparte generosamente su riqueza con el objeto de su afecto.

Qué extraño y triste es observar la ligereza con que tratamos los grandes atributos del corazón en nuestra cultura actual, y cómo consideramos de la misma manera al principio del compartir como tan trivial e inconsecuente. El lector tendrá que esperar para ver qué sucede una vez que los corazones de la humanidad estén activados a una escala global, porque el corazón no puede ser movilizado sobre la base de un ismo que esté “contra”, o en nombre de “mis derechos” o justicia para mí, sino sólo sobre la base del bien de todo. Todo lo que este escritor puede decir es que en un momento así, si podemos concebir a millones de personas juntas en las calles demandando que nuestros gobiernos compartan los recursos del mundo, entonces reconoceremos la presencia del propósito del alma en la voz fusionada del pueblo. Y es ahí cuando los ismos empezarán a ser cancelados de los contenidos de nuestras mentes.

Compartir es lo que somos

Por esta razón es extremadamente importante que no debiéramos manifestarnos en las calles por una idea, sino por quiénes somos. No existe partido político o ismo que pueda dar una solución a nuestra crisis civilizacional, porque la respuesta pertenece a los pueblos del mundo. Es bueno y necesario tener ideas para reformar nuestras estructuras políticas, económicas y sociales, pero son las personas del mundo quienes expresarán esas respuestas a través de un corazón dedicado y buena voluntad masiva. Con lo que no pueden venir y decir “tengo la solución”, porque sólo “nosotros” tenemos la solución a través de la voz unida del pueblo. Incluso ir y preguntar a otros “¿qué debería hacer?” es permanecer no apercibido e descuidado, porque no hay “yo” o personalidad involucrada en el ascenso de la gente ordinaria con una sola voz -  sólo hay pensamiento del grupo y la humanidad como un todo, lo que naturalmente lleva a la acción correcta y proporcionada.

Primero debe venir el apercibimiento público de que el compartir es el último recurso de la humanidad, expresado a través de un despertar del corazón a una emergencia global de magnitud sin precedentes, y sólo entonces podemos prever la implementación de esa conciencia a través de políticas intergubernamentales y masiva dedicación civil. No hay otra perspectiva para que nuestros gobiernos se unan en un esfuerzo cooperativo para salvar al mundo y compartir recursos que sobre la base de una emergencia, porque han intentado toda otra ruta por cientos de años, y ahora ya no queda otro camino. Ya vemos en estos tiempos de trastorno económico a las naciones tomando prestados recursos financieros de otras naciones, por lo que ¿por qué no pueden también los gobiernos ayudarse los unos a los otros en términos de alimento y otros recursos materiales, así como a través del conocimiento compartido, capacidad técnica y expertise? Con nuestro ingenio humano y rápidos avances tecnológicos combinados, ¿no podemos realmente elaborar un plan internacional en las Naciones Unidas sobre cómo ayudar a cada país a alimentar y cuidar de todo su pueblo, y luego dar esa ayuda recíproca de manera permanente y estructural sin ninguna necesidad de interés, ganancia o ventaja estratégica?

No hay “ismo” en tales acuerdos económicos y políticos si se permite que el principio del compartir apuntale la sociedad humana, liberando así presión y competencia entre una nación y la otra. El efecto de implementar un proceso de compartir dentro y entre las naciones será poner a las ideologías del capitalismo y el socialismo en su lugar correcto, de modo que finalmente puedan trabajar juntas al unísono. Nos permitirá también observar los problemas del mundo sin la energía de estar “contra”, sino sólo “para”; y nos guiará a reconocer que el capitalismo es una herramienta necesaria en la economía innovadora, tanto como el socialismo es un instrumento necesario para satisfacer las necesidades básicas de todos. Sólo una vez que hayamos implementado un proceso de compartir en todo el mundo podemos percibir cómo este principio universal es el antídoto para viejos problemas sociales y rivalidades nacionales, porque compartir significa también libertad del conflicto generado por los ismos ya mencionados. Y una vez que reconocemos que la interminable lucha de ismos y creencias ha hundido a la humanidad al punto de evolucionar muy lentamente, ya estamos cerca de comprender cómo compartir los recursos del mundo acelerará el camino hacia delante.

Por lo tanto resulta imperativo intuir el alineamiento energético que existe entre el propósito del alma y el principio del compartir, que nuestro condicionamiento mental y errónea identificación con las creencias han nublado por milenios. Meditar sobre la propia existencia en este momento crucial nos permitirá darnos cuenta de la realidad de que compartir es quienes somos, lo que naturalmente nos inspirará una vez más a apreciar la belleza de ser humano en la escalera de la conciencia en evolución. Profundo en nuestra conciencia compartida yace el conocimiento de que la humanidad es una, lo cual es una verdad que ha permanecido oculta dentro de cada individualidad por incontables vidas. El principio del compartir está bien equipado para transferir este hecho desde la mente inconsciente a la consciente vía el centro del corazón (fusionado con la razón), lo cual finalmente llevará a la humanidad a un sorprendente y humilde apercibimiento: que debimos haber implementado este principio en los asuntos mundiales hace mucho, mucho tiempo.


Mohammed Sofiane Mesbahi es el fundador de STWR.

Asistencia editorial: Adam Parsons

Traducción: Martín Dieser.

Foto: shutterstock, derechos de autor justasc

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